La
psicomotricidad vivencial es un modo natural de crecer y desarrollarse. De una
manera relajada y placentera los
niños aprenden sobre ellos mismos, el mundo que les rodea, cómo relacionarse
con los demás y afianzan las bases neurológicas necesarias para posteriores
aprendizajes, (lectoescritura, matemáticas…).
En
el círculo aprendemos a escuchar, a comunicarnos y respetarnos. Es un espacio
donde compartirse con los demás y sentirse acogido por el grupo que me acompaña
en mi crecimiento. Es un momento
para sentir que todos somos importantes y que soy valioso.
Nuestro
amigo el patito nos ayuda a aprender todas estas cosas tan importantes y nos
enseña a hablar el idioma cuacua, ¡¡siempre viene bien saber idiomas!!.
Hoy
ha tocado cuento-motor: conciencia corporal, psicomotricidad gruesa, imaginación
y pensamiento, contacto y confianza con el grupo…, ¡¡todo en uno!!. Me encantan
y a ellos también, ¡no hay nada más
que verles las caras! :)
Cambiando
los materiales, se cambian las formas de relacionarse con los objetos, con el
entorno y con los demás. Así, poco a poco, voy desarrollándome, “pasito a pasito ando mi caminito”.
Las
pelotas me hacen correr, me familiarizan con el círculo, con el espacio, con la
inercia, con las cantidades, me ayudan a medir mi fuerza cuando lanzo,
comprender la trayectoria espacio-temporal y a afinar mi puntería lo cual me da
conocimiento de mi cuerpo y me vuelvo más libre en mis movimientos. Me
relaciono con mis compañeros en un movimiento continuo.
Los
aros y las telas me despiertan la imaginación, me convierto en león que pasa y
salta por el aro, en príncipe con una capa, me hago un camino de piedras, me
hago un vestido o una cama. Además
lanzo el aro, lo hago rodar, salto dentro y fuera lo ruedo en mi brazo,
en mi cintura, y me conecto a la suavidad de las telas.
¿Queréis verlo?
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